Carteles de la Película

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miércoles, 8 de diciembre de 2010

EL MITO DE LA MULTICULTURALIDAD... Curiosa reflexión de un bibliotecario

El mito de la “multiculturalidad” y para qué quiero una biblioteca
November 18th, 2007

Hace unos días me preguntaba (en una lista de bibliotecarios, nota de la redacción), haciéndome eco de los interrogantes de no pocos usuarios, “¿para qué queremos una biblioteca?”. Fueron muchos los colegas que me hicieron llegar otras preguntas -derivadas de la anterior- o que incluso me enviaron posibles respuestas. A todos ellos, mi agradecimiento por su tiempo, su interés y su amabilidad.
Entre todas las ideas que me llegaron, una destacó por su importancia: “para preservar nuestra cultura”. Curiosamente, esa es la idea que he defendido a lo largo de los años que llevo trabajando en el campo y en la trinchera de esta profesión nuestra. Curiosamente también, se relaciona íntimamente con unos materiales que he estado preparando en estas semanas para el dictado de un taller en Guadalajara, México, en el marco del Simposio de Bibliotecarios que acompaña a la Feria Internacional del Libro del país hermano. Allí hablaré sobre “infodiversidad y biblioteca”.

Para aquellos que no conozcan el concepto de “infodiversidad”, les recomiendo la lectura de los trabajos de la colega mexicana Estela Morales Campos, quién ha definido el concepto con mucha claridad en sus textos (uno de los relevantes puede accederse, en formato de acceso abierto, a través de E-LIS). Básicamente, se trata de “diversidad informativa”. Si vivimos en un mundo plural y diverso, étnica y culturalmente hablando, también vivimos (o deberíamos vivir) en un mundo de información igualmente plural, información procedente de “todas” las (sub)culturas y disponible para “todas” las manos.

El rol de la biblioteca en el proceso de gestionar esta “infodiversidad” -tema que trabajaré en mi taller de Guadalajara- es tremendamente importante: rescatar, organizar y difundir el saber local, el saber de cada región, de cada provincia, de cada comunidad, de cada sub-grupo, de cada minoría y mayoría, de todos… Hacer que ese saber, que esas experiencias y esas lenguas y esos dialectos y toda esa información se preserven y se difundan en igualdad de condiciones, y puedan ser accedidos también en igualdad de condiciones, a nivel global. Suena a sueño o delirio, ¿verdad? Pero así debería ser. O al menos, así deberíamos lograr que sea. Porque ese saber está en nuestras manos. Y de eso se trata nuestro trabajo, a pesar de todo.

Mi pregunta inicial encontró una respuesta que valía la pena. Pero luego me encontré -en algunos textos que leí, en algunos rincones de las listas profesionales- con el famoso término “multiculturalidad”, un término que me persigue como una condena -pertenezco a la Sección de “Poblaciones Multiculturales” de la IFLA- y que no soporto por su condición de mito y de mentira solapada.

El término “multiculturalismo” nació como una política de los estados del primer mundo para lograr manejar sus sociedades, que estaban recibiendo un fuerte flujo migratorio, y sus “culturas nacionales”, que se volvían cada vez “más diversas” por tal inmigración (aunque ¿qué sociedad y qué “cultura nacional” no es plural y diversa?). Se diseñaron, pues, “bibliotecas multiculturales”, es decir, bibliotecas que incluyeran servicios pertinentes para los recién llegados. En líneas básicas, esa es la idea de los servicios “multiculturales” actuales del mundo. Sin embargo, en la práctica, la “multiculturalidad” parece presentarse como un conjunto importante de cultura dominante “aromatizada” levemente con un poco de cultura minoritaria, a la que algunas veces se incluye sólo para ser “políticamente correctos”. La consulta a algunas políticas bibliotecarias multiculturales internacionales, los reportes de las mismas, las colecciones y las prácticas permiten identificar estos rasgos, aunque, evidentemente, generalizar es un error, y también existen propuestas muy sólidas.

Hablar de “multiculturalidad” en América Latina ya pasa al nivel de “chiste”, como entendí no hace mucho en Santiago de Chile, cuando, forzado a hablar de este tema por causas que no vienen al caso, los participantes de mi taller me hicieron ver el vacío del concepto (no era la primera vez que me despertaban a golpes de mi error, la verdad sea dicha). Somos un continente plural, diverso. Pero no más que cualquier otro. No hay sociedades culturalmente “puras”: toda sociedad es “multicultural”, pues posee, en su interior, miles de culturas. Si revisan un poco en España, encontrarán campesinos de Albacete, pescadores gallegos, trabajadores de los suburbios de Madrid, gentes de las montañas de Aragón y Asturias, jóvenes punk (o no), amas de casa de un pueblo de Salamanca, y un largo etcétera, cada comunidad y cada grupo, poseedor de su propia identidad regional. Todas ellas son culturas, y la biblioteca jamás ha dejado de servirlas.
Y si “multiculturalidad” significa “bibliotecas que agregan servicios “especiales” para inmigrantes”, eso me parece -a estas alturas del partido- una soberana aberración.
Creo que lo que debemos tener en cuenta hoy por hoy es que la biblioteca debe conservar la diversidad cultural, debe preservarla, debe difundirla. Y en un mundo en donde la globalización nos trae presiones, cadenas y amenazas -contenidos de Internet mayoritariamente en inglés, leyes de copyright que nos atenazan, comercio de información, brechas, dominio del saber oficial y urbano sobre el saber no-oficial, alternativo y/o rural- el saber de los grupos culturales más amenazados -los minoritarios, los conservadores de tradiciones regionales y/o únicas, los orales, los “social o políticamente incorrectos”- deben ser los más protegidos.

Quizás ésta sea una buena razón para una biblioteca: conservar la diversidad. Nuestra diversidad. Y nuestra identidad, que es lo mismo. Porque en nuestras bibliotecas se conserva la memoria (es decir, la información) de quiénes somos: tapatío, porteño, serrano, andaluz, litoraleño, chilote, guajiro, cuencano, paceño, gallego, indígena, inmigrante, isleño, trabajador, cantor, escritor, campesino, activista, político…

Algunos me dirán que la biblioteca no hace otra cosa que conservar las memorias de todas las culturas de sus usuarios; y yo les diría que revisen sus colecciones a conciencia y se fijen si estamos “todos” incluidos. Probablemente se sorprendan. Quizás no logren encontrar qué es un rabel, aunque aún se siga tocando a 80 kms. de Madrid. Tranquilos, lo miso pasa de este lado del océano…
Pero después de esa sorpresa, por favor, no diseñen alguna urgente política “multicultural” para “incluir” de alguna forma a las minorías no representadas. No se trata de eso. Se trata de cambiar la visión de la biblioteca para que sea, realmente, la casa de todos nosotros. De todos. Por una vez, y para siempre.

Quizás así, muchos vuelvan a creer que la biblioteca sirve para algo. Aunque ese “algo” no esté dentro de nuestras políticas, nuestras escuelas de bibliotecología o nuestros libros. Ni siquiera en nuestros pensamientos.

Lic. Edgardo CivalleroBibliotecólogo independienteUniversidad Nacional de CórdobaCórdoba – Argentinahttp://www.bitacoradeunbibliotecario.blogspot.com/

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